El tratamiento del cuerpo y de la sexualidad en la espiritualidad cristiana no ha sido siempre igual y uniforme. Y en la Edad Media, a pesar del tópico de oscura y puritana, aparecen ideas diversas sobre este tema que divergen mucho del catolicismo más cercano a nuestros días. En este artículo se analizarán varias doctrinas del cristianismo medieval y cómo se trataban la sexualidad, el cuerpo y la mujer desde una óptica que nos puede resultar sorprendente.
Para empezar, hay que situarnos en el Europa occidental entre los siglos XI y XIII. Esta Europa ya ha asumido el cristianismo como religión mayoritaria de la sociedad y la Iglesia lidera la parte social e ideológica de la comunidad. En cuanto al tratamiento del cuerpo y la sexualidad, la literatura moral cristiana a menudo ha adoptado posiciones críticas, a pesar de que no llegara al tono de épocas más recientes y que, tal vez, no fuera interpretada tan rigurosamente como nosotros creemos. En cuanto a la mujer, la teoría trataba de equipararla a un ser que encarnaba la sexualidad como pecaminosa, que era maliciosa y voluptuosa por naturaleza y que había que canalizarla a través del matrimonio, usando la sexualidad para fines puramente reproductivos y entendiendo su cuerpo como propiedad del marido, o, por otro lado, en la observancia religiosa, aconteciendo monjas sujetas a estrictas jerarquías. Pero a la práctica, conocemos otras realidades que escapaban de la doctrina oficial.
¿El sexo es pecado?
En esta Europa occidental ya cristianizada, además de la doctrina oficial, ciertas herejías tienen especial repercusión en la población. Por herejía, antes que nada, se entiende una desviación religiosa de la doctrina oficial. Suele empezar como una interpretación alternativa de una religión, cosa que pasa a menudo y se entiende en el contexto que la fe es algo personal y fluctuante. Ya habían existido desde los primeros tiempos del cristianismo, algunas logrando altas cuotas de seguidores como el arrianismo, practicada por los pueblos germánicos en los siglos V y VI. Pero con el tiempo, la Iglesia católica, así como iba cogiendo poder, se fue preocupando progresivamente para canalizar la doctrina oficial por un camino muy muy definido y empezó a perseguir todo aquello que saliera de estas delimitaciones.
Las herejías que en este artículo nos interesan, por el tratamiento del cuerpo, son las que conocemos como “dualistas”, con mucho eco en el Europa occidental entre los siglos XI y XIV. Los herejes consideran la doctrina católica como error y que se desvía del mensaje original de Cristo, así pues exhortan una vivencia de la espiritualidad más austera, con significativas diferencias doctrinales. El que más impacta de ellas es el dualismo, una noción que hace referencia a la antítesis entre Dios y mundo. La Iglesia considera que divinizan el demonio como dios del Mal.