La manera en la que la gente se informa de lo que ocurre a su alrededor está cambiando drásticamente en las últimas décadas. Los medios de comunicación de masas fueron los protagonistas del siglo XX, a través del uso de la información, pero también de la propaganda. La radio, la televisión, incluso el cine, se unían a la prensa escrita ya existente para ofrecer diferentes modos de llegar a la información. Eran controlados por grandes empresas, que escogían lo que se publicaba y cómo se publicaba. Todos estos medios, además, tenían algo en común: eran unidireccionales. Ellos ofrecían la información a los usuarios, que la recibían. El feedback era prácticamente inexistente. Pero entonces llegó Internet y todo saltó por los aires. Ahora, los usuarios tenían una herramienta no solo para contestar o comentar las noticias de los medios digitales, sino para crear su propia información. Internet ha dado voz a la gente, algo que siempre es positivo, pero lo ha hecho de una manera poco coherente, permitiendo el anonimato.
Hay personas que se muestran en sus perfiles de redes sociales y blogs, y otras que lanzan sus opiniones detrás de un nick cualquiera. La fiabilidad de esa información también se pone en duda, al no pasar ningún filtro. Esto ha alimentado las teorías de la conspiración y lo que hoy se conoce como fake news, noticias falsas alentadas desde la red por una corriente ideológica determinada. Vivimos en la era de la información, pero cada vez es más complicado discernir entre lo que es verdad y lo que no, entre la noticia y el relato. Un ejemplo perfecto de esto es Twitter, la red de microblogging surgida a finales de los 2000, que se ha convertido en una de las plataformas online más destacadas. Desde gente anónima hasta los presidentes de las grandes naciones, todos tienen su cuenta en Twitter para expresar sus mensajes, en un aparente debate sano y limpio. Las cosas, sin embargo, se han ido torciendo hasta tal punto que hoy por hoy Twitter es más un caos que otra cosa. La compra del servicio por parte de Elon Musk no hace más que acrecentar las dudas sobre el futuro de la plataforma.
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