Roma es una ciudad que despierta los sentidos de cualquiera, un lugar donde la magia, el arte, la cultura y la historia se funden para maravillar a todo el que la visita, a cada paso, en cada rincón y en cada esquina. Capital del antiguo y todopoderoso Impero Romano, la ciudad cuenta todavía con numerosos vestigios de aquel glorioso pasado, entre ellos el imponente Coliseo, una de las estructuras más espectaculares del mundo y considera como una de las Maravillas de nuestro planeta. Encontramos también numerosos museos de historia y arte, así como iglesias, casi en cada esquina, templos que son una auténtica delicia para los que disfrutan del arte en su máximo esplendor. Los artistas romanos renacentistas dotaron a la ciudad de una belleza absolutamente inimitable, y por eso Roma recibe millones de visitantes cada año.
Muchos no se quedan solo en la ciudad y en todo lo que les ofrece, sino que se internan en una pequeña nación, el país más diminuto del mundo, que se encuentra también en el corazón de Roma. Hablamos de la Ciudad del Vaticano, lugar de residencia del Papa, cabeza visible del catolicismo y una de las figuras religiosas más importantes del mundo. Aunque el poder de la Iglesia ya no es el mismo que hace siglos, está claro que el Vaticano sigue siendo un lugar de culto importantísimo, y seamos religiosos o no, visitarlo es imprescindible para disfrutar de Roma de verdad. No solo por lo que representa ese diminuto país, sino sobre todo por la gran cantidad de obras artísticas que encontramos en su interior. Una de las más destacadas se encuentra en la Bóveda de la Capilla Sixtina, el techo de dicho templo, que fue ideado y dibujado por el genial Miguel Ángel hace cinco siglos, dotándolo de una magia que perdura hasta hoy día.
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